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La Apotesis del Leviathn: El estado en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX

Published online by Cambridge University Press:  05 October 2022

Juan Carlos Garavaglia*
Affiliation:
cole des Hautes tudes en Sciences Sociales
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Leyendo casi cualquier estudio sobre la historia de Iberoamrica durante la primera mitad del siglo XIX, comprobamos fcilmente que el Estado es un personaje central. Hace y deshace, se halla siempre en el centro de las decisiones y tiene un desempeo actoral relevante en la resolucin de todos los conflictos.

Type
Research Article
Copyright
Copyright 2003 by the University of Texas Press

References

1. Algunos de los trabajospor otra parte, de muy buena calidadincluidos en la recopilacin de J. P. Deler y Y. Saint-Geours, Estados y naciones en los Andes, Hacia una historia comparativa: Bolivia-Colombia-Ecuador-Per, (Lima: IEP/Instituto Francs de Estudios Andinos, 1986), constituyen un ejemplo de lo que decimos.

2. O. Oszlak, La formacin del estado argentino. Orden, progreso y organizacin nacional (Buenos Aires: Planeta, 1997). Desde ya que, como decimos en la introduccin, no hemos tratado aqu los problemas relacionados con la dominacin simblica pues lo hemos hecho en otro lado. Vase Poder, conflicto y relaciones sociales. El Ro de la Plata, XVIIIXIX, Homo Sapiens, Rosario, 1999 y A la nacin por la fiesta: las Fiestas Mayas en el origen de la nacin en el Plata, Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 3a. serie, 22, Buenos Aires, 2001, 73100. Por supuesto, otros autores, entre los cuales se destacan Pilar Gonzlez, Ricardo Salvatore y Ral Fradkin, se han ocupado tambin de los aspectos simblicos de la dominacin en este perodo (consultar P. Gonzlez, El levantamiento de 1829: el imaginario social y sus implicaciones polticas en un conflicto rural, ANUARIO del IEHS, 2, Tandil, 1987; R. Salvatore, Fiestas federales: representaciones de la Repblica en el Buenos Aires rosista, Entrepasados, VI, 11, Buenos Aires, 1997; y R. Fradkin, Fascinerosos contra cajetillas? La conflictividad social rural en Buenos Aires durante la dcada de 1820 y las montoneras federales en Illes I Imperis, 5, Barcelona, 2001).

3. P. Bourdieu, Esprits d'tat en Raisons pratiques, (Paris: Seuil, 1994).

4. M. Weber, Economa y sociedad (Mxico D.F.: FCE, 1983), 1070.

5. A. Gramsci, Quaderni del carcere, vol. 2 (Turin: Einaudi, 1975), 764.

6. Todo sistema poltico es en sus orgenes un sistema militar (Tout systme politique est, l'origine un systme militaire), O. Hintze, Fodalit, capitalisme et tat moderne (Paris: Editions de la Maison des Sciences de l'Homme, 1991), 55.

7. F. Savater, Contra las patrias (Barcelona: Tusquets, 1996).

8. Cf. El peso de la noche. Nuestra frgil fortaleza histrica (Santiago de Chile: Planeta, 1998), 57.

9. Cf. La dominacin legal con administracin burocrtica en M. Weber, Economa, cit., 17380.

10. Ver Franois Dreyfus, L'invention de la bureaucratie, (Paris: Editions de la Dcouverte, 1999).

11. La reconnaissance de la lgitimit n'est pas, comme le croit Max Weber, une acte libre de la conscience claire. Elle s'enracine dans l'accord immdiat entre les structures incorpores, devenues inconscientes et les structures objectives y ms adelante seala c'est qui fait problme c'est que, pour l'essentiel, l'ordre tabli ne fait pas problme; que, en dehors des situations de crise, la question de la lgitimit de l'tat et de l'ordre qu'il institue ne se pose pas y en realidad, estamos ante la soumission doxique l'ordre tabli, cf., op.cit., 12728.

12. F. Savater, Contra las patrias, cit., 20. Sobre esto vase tambin N. Bobbio, Lugares clsicos y perspectivas contemporneas sobre poltica y poder, en N. Bobbio y M. Bovero, Origen y fundamentos del poder poltico (Mxico D.F.: Grijalbo, 1984.

13. Processus de concentration des diffrents espces de capital, capital de force physique ou d'instruments de coercition (arme, police), capital conomique, capital culturelle ou, mieux, informationnel, capital symbolique, op. cit., 1089.

14. La bibliografa europea sobre el tema es inmensa; una visin general comparativa en C. Tilly, Coercion, Capital and European States, AD 990-1990 (Cambridge, Mass.: Basil Blackwell, 1990). Ver tambin los trabajos incluidos en J. Ph. Genet, y M. Le Men, Gense de ltat moderne. Prlvement et redistribution, Actes du Colloque de Fontevraud, (Paris: CNRS, 1987). Para el caso ingls especficamente, John Brewer, The Sinews of Power: War, Money and the English State, 1688-1783 (New York: Alfred A. Knopf, 1989). Para Francia, J. Le Goff, Gense de la France (milieu IXe-fin XIIIe sicle): vers un tat monarchique franais, en J. Revel y A. Burguire, Histoire de la France, Ltat et les pouvoirs (Paris: Seuil, 1989). Una monumental historia del impuesto y sus relaciones con el proceso de construccin estatal: G. Ardant, Thorie sociologique de l'impt (Paris: SEVPEN, 1965).

15. T. Halpern, Guerra y finanzas en los orgenes del Estado argentino (1791-1850) (Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1982).

16. En efecto, segn los datos de Ozlak, esto seguir siendo as hasta al menos los aos noventa del XIX, cuando los impuestos internos comenzaran realmente a tener cierto peso, cf. La formacin del Estado argentino, cit., 22023.

17. M. A. Rosal y R. Schmit, Del reformismo borbnico al librecomercio: las exportaciones pecuarias del Rio de la Plata (1768-1854), Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani 20 (1999).

18. Segn Marcello Carmagnani, Finanzas y Estado en Mxico, 1820-1880 en L. Juregui y J. A. Serrano Ortega, Las finanzas pblicas en los siglos XVIIIXIX (Mxico D.F.: El Colegio de Mxico, 1998).

19. J. TePaske, La Real Hacienda de la Nueva Espaa: La Real Caja de Mxico (1576-1816), (Mxico D.F.: INAH, 1976).

20. C. Marichal, La bancarrota del virreinato. Nueva Espaa y las finanzas del Imperio espaol, 1780-1810 (Mxico D.F.: FCE, 1999).

21. Ver M. Carmagnani, Finanzas y Estado en Mxico, 1820-1880, loc. cit.

22. Cf. I. Herrera Canales, El comercio exterior de Mxico, 1821-1875 (Mxico D.F.: El Colegio de Mxico, 1977), 60.

23. J. C. Pinto Soria, La independencia y la federacin (1810-1840), en H. Prez Brignoli, Historia general de Centro Amrica (Madrid: Quinto Centenario/FLACSO, 1993), tomo 3, 113.

24. D. Pompejano, La crisi dell'Ancien Rgime in America Centrale. Guatemala 1839-1871 (Miln: Francoangeli, 1993), 2371.

25. Cf. R. Barragn, V tat que pacte. Gouvernement et peuples: la configuration de ltat et ses frontires. Bolivie (1825-1880), Thse de Lcole des Hautes tudes en Sciences Sociales, Paris, 2002.

26. E. Ayala Mora, La fundacin de la repblica: panorama histrico, 1830-1859, en E. Ayala Mora, ed., Nueva Historia del Ecuador, vol. 7, (Quito: Corporacin Editora Nacional/Grijalbo, 1990), 157.

27. M. Carmagnani, Sviluppo industrale e sottosviluppo economico. Il caso cileno (1860-1920) (Turin: Fondazione Luigi Einaudi, 1971), cuadros 10 y 17 del apndice.

28. M. Deas, Los problemas fiscales en Colombia durante el siglo XIX, en El poder y la gramtica y otros ensayos sobre historia, poltica y literatura colombianas (Bogot: Tercer Mundo Editores, 1993), 645 y 88.

29. Un thtre d'ombres. La politique impriale au Brsil (Paris: ditions de la Maison des Sciences de l'Homme, 1990).

30. P. Studenski y H. Krooss, Financial History of the United States (New York: McGraw Hill, 1963).

31. En 1846 en el Per, las entradas aduaneras eran el 55 por ciento del presupuesto y la contribucin directa (en un 80 por ciento pagada por los indgenas a travs del tributo), el 25 por ciento. Ver Mara Isabel Remy, La sociedad local al inicio de la Repblica. Cuzco, 1824-1850, Revista Andina 2, no. 12, (1988). Para Bolivia ver N. Snchez Albornoz, Tributo abolido, tributo repuesto. Invariantes socioeconmicas en la poca republicana, en Indios y tributos en el Alto Per (Lima: IEP, 1978) y R. Barragn, L'tat qui pacte, cit. En este caso, el tributo indgena poda alcanzar al 40 por ciento del total de los ingresos estatales en las dcadas del treinta y cuarenta del siglo XIX. En el Ecuador el tributo constitua un buen tercio de las entradas fiscales hasta la dcada del treinta, cuando el cacao comienza realmente a pesar en las exportaciones (cf. M. G. Fuentealba, La sociedad indgena en las primeras dcadas de la repblica: continuidades coloniales y cambios republicanos, en E. Ayala Mora, ed., Nueva Historia del Ecuador, vol. 8 [Quito: Corporacin Editora Nacional/Grijalbo, 1990], 52-53). En Bolivia y Ecuador, adems, los diezmos siguieron siendo importantes en el presupuesto estatal hasta bien avanzado el siglo XIX. En Jujuy, provincia andina de la Confederacin Argentina, el tributo indgena se ha convertido a mediados de siglo en el elemento clave del presupuesto provincial; ver F. Delgado, Ingresos fiscales de la provincia de Jujuy (1834-1852), Data 2 (La Paz, 1992), 99115.

32. Normalmente, si no se trata de una situacin como la de los pases andinos, las entradas restantes suelen ser con frecuencia monopolios (sal, tabaco, aguardiente, etc.), papel sellado y alcabalas o peajes internos.

33. A inicios del siglo XX, los impuestos indirectos representaban an el 79 por ciento de las entradas fiscales en Francia, el 70 por ciento en Inglaterra y el 80 por ciento en Rusia; ver G. Ardant, Thorie sociologique de l'impt, cit., vol. 1, 239.

34. El coronel Ramn Maza fue fusilado el 28 de junio de 1839 y su padre, alto funcionario rosista y totalmente ajeno a la conspiracin, fue asesinado la noche anterior en su despacho de la Junta de Representantes.

35. El 7 de noviembre de 1839 son derrotados en Chascoms, los hacendados del sur sublevados; E. Ravignani, La revolucin del Sur, Anuario, vol. 1 (Buenos Aires: Sociedad de Historia Argentina, 1939), 4563.

36. Para un breve resumen del origen del conflicto con Francia y su contexto internacional, vea H. S. Ferns, Gran Bretaa y Argentina en el siglo XIX, (Buenos Aires: Solar/Hachette, 1966). Un artculo de la Revue des Deux Mondes de 1841, publicado bajo el seudnimo de un officier de la flotte, constituye una sntesis de la posicin francesa; ver Affaires de Buenos-Ayres, tomo 25 (Paris, febrero de 1841), 30170.

37. Cf. M. A. Rosal y R. Schmit, Del reformismo borbnico al librecomercio: las exportaciones pecuarias del Rio de la Plata (1768-1854), loc. cit.

38. Viva la Federacin! Presupuesto General Sueldos y gastos ordinarios y extraordinarios de la Provincia de Buenos-Aires (Buenos Aires: Imprenta del Estado, 1841).

39. Esta delegacin se institucionaliza a partir del Pacto Federal de 1831 (cf. A. Galletti, Historia constitucional argentina, vol. 2 [La Plata: Librera Editora Platense, 79-167]), pero, de hecho exista desde los inicios de los aos veinte. Ver la comunicacin del gobierno de Buenos Aires al de Crdoba sobre las negociaciones con Espaa en 1823, en Documentos para la Historia Argentina, vol. 13, Comunicaciones oficiales y confidenciales de gobierno (1820-1823) (Buenos Aires: Facultad de Filosofa y Letras, 1920), 26670. Sobre el carcter confederal de este perodo, ver J. C. Chiaramonte, El federalismo argentino en la primera mitad del siglo XIX, en M. Carmagnani, coord., Federalismos latinoamericanos: Mxico, Brasil, Argentina (Mxico D.F.: FCE, 1993).

40. Los gastos anuales de las provincias que conocemos son: Entre Ros 102.807 (1838); Corrientes 101.442 (1841); Santa Fe 60.238 (1841); Crdoba 101.633 (1836); Jujuy 14.173 (1840) y Tucumn 25.526 (1838) (el Departamento de Polica de Buenos Aires prevea un gasto de 41.946 pesos en 1841, calculado en metlico); y recurdese que Tucumn tena en 1846 casi 58.000 habitantes (M. C. Bravo, El campesinado tucumano: de labradores a caeros. De la diversificacin agraria al monocultivo, Poblacin y Sociedad 5 [Tucumn] 1997). Los datos provinciales pormenorizados: Entre Ros: J. C. Chiaramonte, Finanzas pblicas de las provincias del Litoral, Anuario del IEHS, vol. 1 (Tandil, 1986), 15998; Corrientes: J. C. Chiaramonte, Mercaderes del Litoral, Economa y sociedad en la provincia de Corrientes en la primera mitad del siglo XIX (Buenos Aires: FCE, 1991); Jujuy: F. Delgado, Ingresos fiscales de la provincia de Jujuy, cit.; Santa Fe: J. C. Chiaramonte, G. E. Cussianovich y S. Tedeschi de Brunet, Finanzas pblicas y politica interprovincial: Santa Fe y su dependencia de Buenos Aires en tiempos de Estanislao Lpez, Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 3a. serie, no. 8 (1993), 77114; los ejemplos restantes, en M. Burgin, Aspectos econmicos del federalismo argentino, (Buenos Aires: Hachette, 1960), 16973. Estas cifras estn dadas en pesos fuertes, pero, la diferencia sigue siendo igualmente abismal, si las comparamos con los 1,96 millones de pesosconvertidos en metlicode ingresos de Buenos Aires en 1841, M. Burgin, Aspectos econmicos, 254.

41. Los departamentos nacen con la primera Junta de 1810, donde se establecen dos: el de Hacienda y el de Gobierno y Guerra [Reglamento del 28 de Mayo de 1810, artculo 3]; desde 1815, existen ya los tres departamentos ms importantes: Hacienda, Gobierno y Guerra [Estatuto Provisional de 1815, artculo 13, cap. 1, seccin tercera], ambos en A. Galleti, Historia constitucional argentina, cit., vol. 1. El de Relaciones Exteriores nace el 6 de marzo de 1832, pues antes formaba parte del de Gobierno (ver Rejistro Oficial de la Repblica Argentina, tomo 2 [Buenos Aires: La Repblica, 1880], 28889, en adelante RORA).

42. En ese ao, el peso fuerte tiene una equivalencia igual a 20 pesos corrientes, por lo tanto, el gasto total previsto de 1841 equivale a 2.515.904 pesos en metlico. Sobre la relacin entre moneda fuerte y moneda fiduciaria, ver E. Hansen, La moneda agentina (Buenos Aires, 1916); T. Halpern, Guerra y finanzas, cit.; S. Amaral, El descubrimiento de la financiacin inflacionaria. Buenos Aires, 1790-1830, investigaciones y ensayos (Buenos Aires: Academia de la Historia, 1988) y A. Irigoin, Inconvertible Paper Money, Inflation and Economic Performance in Early Nineteenth Century Argentina, Journal of Latin American Studies 32 (London, 2000).

43. Acerca de la historia previa de la deuda pblica provincial, J. C. Nicolau, La reforma econmico-financiera en la Provincia de Buenos Aires (1821-1825). Liberalismo y economa (Buenos Aires: Fundacin Banco de la Provincia de Buenos Aires, 1988), 10518 y M. Burgin, Aspectos econmicos, cit., 847.

44. Sobre sus pagos parciales en los cuarenta, cf. M. Burgin, Aspectos econmicos, cit., 88. Una breve historia del emprstito Baring en H. S. Ferns, Gran Bretaa y Argentina, cit., 11962. La inclusin del emprstito habra aumentado considerablemente la deuda. Sobre la deuda externa iberoamericana en el perodo, cf. C. Marichal, Historia de la deuda externa de Amrica Latina (Madrid: Alianza, 1988).

45. De todos modos, las cifras de Burgin para los aos 1840 y 1844, muestran que los gastos militares se sitan en ese quinquenio alrededor del 60 por ciento del prespuesto provincial; ver Aspectos econmicos, cit., 25657.

46. Ver F. Comn, Historia de la Hacienda pblica, vol. 1, Europa (Barcelona: Crtica, 1996), 152.

47. Las generalidades en C. Tilly, Coercion, Capital, cit. Para el caso ingls, Brewer dice Eighteenth-century English governments, like most European powers, spent their money waging war. Between 75 per cent and 85 per cent of annual expenditure went either on current spending on the army, navy and ordnance or to service the debts incurred to pay for earlier wars, The Sinews of Power, cit., 40. Los gastos del reino sardo durante el siglo XVIII, podan superar el 58 por ciento del total del presupuesto estatal; ver Sabina Loriga, Soldats. Un laboratoire disciplinaire: l'arme pimontaise au XVIIIe sicle (Paris: Mentha, 1991), 30. En Francia, por el contrario, un presupuesto normal del siglo XVIII haca oscilar los gastos militares alrededor del 20 por ciento del total y stos suban hasta alcanzar ms del 30 por ciento en los perodos de guerras, cf., M. Morineau, Budget de l'Etat et gestion des finances royales en France au dix-huitime sicle, Revue Historique CCLXIV, no. 2 (1980), 289336.

48. Sobre los magros recursos estatales para la educacin en el perodo, ver C. Newland, Buenos Aires no es pampa: la educacin elemental portea, 1820-1860 (Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 1992).

49. F. Comn, Historia de la Hacienda, cit., vol. 1, 154. Ello se relaciona sobre todo con las hesitaciones que tienen los liberales de la poca en aceptar que el Estado deba ocuparse efectivamente de la educacin, al menos, primaria, pese a las observaciones favorables de Adam Smith, y en menor medida, tambin de Bentham, al respecto; cf. F. Dreyfus, L'invention de la bureaucratie, cit., 15461.

50. Si se quera que la Contribucin directa tuviera una mnima eficacia, el catastro de las propiedades rurales debera ser su base inevitable; el primer Registro Catastral provincial medianamente serio es el de 1863. Pero, tampoco hay que olvidar que si el mercado de tierras no constituye una realidad dominante, la eficacia de este impuesto es ilusoria.

51. Esta seccin que nosotros hemos llamado eclesistica, y por ello la hemos puesto entre corchetes, incluye la Curia, el Senado del Clero (el antiguo Cabildo Eclesistico reformado en 1823), los secularizados, los betlemitas, los curatos de la ciudad y algunos de la campaa, ms la dotacin de capellanas y otros gastos menores; por supuesto, nada indica que se encuentren aqu todos los eclesisticos, slo se trata de aqullos que reciben emolumentos del estado provincial. No hay muchos estudios crticos serios acerca de las reformas de la poca de Rivadavia (1823) y sus consecuencias. Para el Per, el trabajo de Pilar Garca Jord, Estado moderno, Iglesia y secularizacin en el Per contemporneo (1821-1919), Revista Andina 2, no. 12 (1988), es un buen ejemplo de algunas de las cuestiones centrales que estuvieron en el tapete en ese primer perodo.

52. Ver Archivo General de la Nacin, Buenos Aires, en adelante AGN-X-18-3-2.

53. En el trabajo de Jorge Gelman y Mara Ins Schroeder, Juan Manuel de Rosas contra los estancieros: los embargos a los unitarios de la campaa de Buenos Aires, en curso de publicacin en la Hispanic American Historical Review, los autores nos muestran de qu modo los ganados embargados a los unitarios cumplieron un papel fundamental en la provisin del ejrcito desde 1840. Ver tambin T. Halpern, Guerra y finanzas, cit.

54. Esta proximidad respecto al Estado no exima a esos hombres de pasar momentos duros en su relacin con Rosas. En 1842, varios peones de Simn Pereyra son enviados por cinco aos al ejrcito, por haber dado msicas publicamente y no tener los debidos despachos; estos llamados de atencin, tpicos de Rosas, muestran bien la fragilidad de las relaciones de esos hombres con el poder. Ver AGN-X-20-10-7.

55. Cf. J. L. Moreno y J. Mateo, El redescubrimiento de la demografa histrica en la historia econmica social, en Anuario del IEHS, 12 (Tandil, 1997): 3555.

56. C. Tilly, Coercion, Capital, cit., y G. Parker, The Military Revolution. Military Innovation and the Rise of the West, 1500-1800 (Nueva York: Cambridge University Press, 1988). No olvidemos que en Buenos Aires no hay tropas extranjeras enganchadas como en Francia (ver las observaciones de Brewer al respecto en The Sinews of Power, cit., 41-2).

57. R. Consultar Salvatore, R., Los crmenes de los paisanos: una aproximacin estadstica, Anuario del IEHS, 12 (Tandil, 1997): 91107; J. C. Garavaglia, Paz, orden y trabajo en la campaa: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852, en Poder, conflicto y relaciones. El Ro de la Plata, XVIIIXIX (Rosario: Homo Sapiens, 1999) y De Caseros a la Guerra del Paraguay: el disciplinamiento de la poblacin campesina en el Buenos Aires postrosista (1852-1865), Illes i Imperis, vol. 5 (Barcelona, 2001), 5380.

58. Hay que sealar que muchos de estos regimientos no tenan un solo lugar de implantacin (en caso contrario, jams habran podido contar tambin con los campesinos milicianos). Tomemos como ejemplo el Regimiento 6 de Milicias Patricias de Caballera de la Campaa, regimiento clave del sur de la provincia, comandado justamente por el coronel Prudencio Rosas, hermano de Juan Manuel de Rosas. En 1841 sus distintos cuerpos eran: 1a y 2a Compaa de Carabineros de Lnea, en Dolores; 1 Escuadrn de milicias, tambin en Dolores; 2 Escuadrn de milicias, en Fuerte Independencia, Tandil; 3 Escuadrn de milicias, en Buenos Aires; 4 Escuadrn de milicias, en Magdalena; 4 Escuadrn de milicias, 1a Compaa, en Chascoms; 5 Escuadrn de milicias, 1a Compaa, en Rincn del Toro; Piquete al cuidado de la caballada y Compaa de Infantera, ambos en Chascoms. Ver AGN-III- Lista de Revistas 18401841, legajo 139.

59. Este batalln, antes Defensores, fue reformado completamente el 16/6/1835, borrando de la lista militar a toda la oficialidad y nombrndose oficiales adictos a Rosas, RORA, tomo 2, 34748.

60. El Resguardo fue objeto desde la poca de Rivadavia, de una serie de reglamentos y disposiciones que muestran claramente el papel clave que estaba adquiriendo en el proceso de estructuracin estatal; ver RORA, tomo 2, decreto del 19 de mayo de 1826, 13233; decreto del 8 de octubre de 1828, ibidem, 229; y el detallado Reglamento para el servicio del Resguardo, que consta de 140 artculos, del 18 de julio de 1832, ibidem, 29298.

61. C. Tilly, Coercion, Capital, cit. Brewer, en The Sinews of Power, cit., llega a hablar del fiscal-military state.

62. Sobre este aspecto de la lucha en la frontera indgena, cf. S. Ratto, Indios amigos e indios aliados. Orgenes del Negocio pacfico en la Provincia de Buenos Aires (18201832), Cuadernos del Instituto Ravignani 5 (Buenos Aires: Facultad de Filosofa y Letras, UBA, 1994).

63. Efectivamente, en el rubro Individuos no sujetos a clase aparecen los comisarios pagadores de las tropas y otros agentes relacionados con el mantenimiento de los cuerpos armados.

64. Alrededor de este tema capital en la historia del Estado, ver F. Dreyfus, L'invention de la bureaucratie, cit., y en especial, la parte 2. Tambin M. O. Baruch y V. Duclert, Serviteurs de l'tat. Une histoire politique de l'administration franaise, 1875-1945 (Paris: La Dcouverte, 2000).

65. Como ya sabemos, stas son relativamente poco relevantes; ver R. Salvatore, Los crmenes de los paisanos: una aproximacin estadstica, cit., y J. C. Garavaglia, Paz, orden y trabajo en la campaa: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852, cit.

66. En una lista del personal que se considera encuadrado por el juzgado de paz de Areco, Areco 14/11/51, leemos la enumeracin siguiente (Archivo Municipal de San Antonio de Areco, caja 97): Alcaldes y tentes. 9; Maestros de Posta 5; Postillones 20; Polica 3; Preceptor 1; Escribientes 2; sacristn 1; Soldados milicianos activos 44; id pasivos 30.

67. El coronel Prudencio Rosas, le cuenta a su hermano, Juan Manuel de Rosas, en una carta de diciembre de 1833 como hava podido disponer en circunstancias extraordinarias de la milicia activa y paciva para integrar los regimientos 5 y 6 de Milicias Patricias de Caballera de la Campaa, en E. Celesia, Rosas. Aportes para su historia, tomo 1 (Buenos Aires: Goncourt, 1969), 623. Los milicianos pasivos eran convocados generalmente para auxilio de las tropas y la misma carta de Prudencio Rosas lo deja translucir cuando seguidamente dice si ava yo dispuesto desta ltima [la milicia pasiva], con qu gente mandaran los Jueces de Paz las tropas de ganado que se les pedan (esto tiene el sentido de una pregunta en el texto).

68. Sobre esta caracterstica de las milicias, ver O. Cansanello, Las milicias rurales bonaerenses entre 1820 y 1830, Cuadernos de Historia Regional 19 (Universidad Nacional de Lujn, 1996). En lo que se refiere al proceso de militarizacin en el Ro de la Plata, cf. el artculo fundante de T. Halpern Militarizacin revolucionaria en Buenos Aires, 1806-1815, en T. Halpern Donghi (comp.), El ocaso del orden colonial en Hispanoamrica (Buenos Aires: Sudamericana, 1978) y del mismo Revolucin y guerra. Formacin de una elite dirigente en la Argentina criolla (Buenos Aires: Siglo XXI, 1972).

69. Ver, por ejemplo, este caso de San Nicols en 1832: Macedonio Gegena preso por haverlo encontrado con una daga, sufri la prisin de veinte dias y fue puesto en livertad por haverlo reclamado su gefe el Comandante Facundo Borda, en AGN-X-21-7-1.

70. Pero, parece obvio que estos 111 trabajadores tambin estn relacionados con los gastos militares.

71. En cuanto al Resguardo, hay que notar que sus oficiales y guardas, si bien no tienen un estatuto propiamente militar, estn sometidos a un rgimen muy cercano a stedadas sus funciones de controly como ocurre en 1835, cuando se hace una limpieza de militares no adictos, tambin se efecta idntica operacin en el Resguardo, dejando afuera a 5 oficiales y 33 guardas. Ver RORA, tomo 2, 13/8/1835, 351.

72. S. Collier y W. Sater, Historia de Chile, 1808-1994 (Madrid: Cambridge University Press, 1998).

73. R. Barragn, Tramas sociales, cit., 196200.

74. Cf. C. Tilly, Coercion, Capital, cit. Ver as mismo, las reflexiones de Norberto Bobbio, Para eliminar el difundido recurso a la fuerza por parte de los centros individuales de poder no hay otra va que concentrar la fuerza, todas las fuerzas en un solo punto: instituir el poder soberano como poder poltico coactivo, que se vuelve el nico poder de derecho, cf. Lugares clsicos , cit., 49 (subrayo del autor). Recordemos adems que, segn Bobbio, para la reflexin poltica posterior a Hobbes, solo la primaca de la ley haca posible que esa alta concentracin de coercin no se volviera contra los ciudadanos.

75. Cf. M. Deas, Los problemas fiscales en Colombia, cit., 8186. Esa situacin colombiana del XIX, se parece a la conocida frmula del empate hegemnico evocada por Gramsci: nadie tiene suficiente fuerza para ganar, pero todos pueden impedir el triunfo de los dems. O sea, una dbil configuracin estatal similar a la de Polonia en la edad moderna y por razones muy similares; mutatis mutandis, claro est!

76. El trabajo de Sabina Loriga, Soldats. Un laboratoire disciplinaire: l'arme pimontaise au XVIIIe sicle, cit., es un buen ejemplo de lo que se puede hacer en este sentido.

77. Ver AGN-III-Lista de Revistas 184041, legajo 139.

78. El general Manuel de Escalada (1797-1871), nieto de Jos Ignacio de la Quintana, Brigadier General y Mariscal de Campo de los Reales Ejrcitos, luch en Chacabuco, Talcahuano y Maip, fue jefe del Departamento de Guerra en 1830; su hermano, Mariano (1796-1841), tambin fue militar, llegando al grado de teniente coronel; su esposa, Elvira de Reinoso, era hermana de la mujer del gral. Angel Pacheco; al igual que su primo Jos Mara (1787-1839), que fue segundo jefe del Regimiento de Patricios en 1836 y alcanz posteriormente el grado de general. Sus otros hermanos, Inocencio y Victoriano, fueron miembros de la Sala y el restante varn, fue el obispo Mariano de Escalada. En la etapa posterior a Caseros, el coronel Manuel de Escalada, ministro de guerra del gobierno de Obligado, era hijo del general del mismo nombre.

79. AGN-III-Lista de Revistas 18401841, legajo 139.

80. AGN-III-6-7-12.

81. Sus hijos, el futuro general Benjamn (1831-1913), casado con una hija de Urquiza, abogado, ministro de Guerra posteriormente, etc., Enrique, fue comandante de marina y Jos Victoriano, capitn (1836-1936), casado con una sobrina de Urquiza.

82. AGN-III-6-7-12.

83. AGN-III-Lista de Revistas 18401841, legajo 140.

84. RORA, tomo 2, 34748.

85. Ver, por ejemplo, F. Andjar Castillo, Los militares en la Espaa del siglo XVIII. Un estudio social (Granada: Universidad de Granada, 1991).

86. S. Loriga, Soldats. Un laboratoire disciplinaire: l'arme piemontaise au XVIII sicle, cit.

87. Como el coronel Vicente Gonzlez, El carancho del Monte, el coronel Narciso del Valle o el ya mencionado teniente coronel Santiago Villamayor. Las referencias de Gonzlez y del Valle como proveedores de yeguas para los indios amigos, en AGN-III-6-7-10; la de Villamayor, en E. Celesia, Rosas, cit., 576, carta de Rosas a Vicente Gonzlez de julio de 1833. Ver tambin S. Ratto, Finanzas pblicas o negocios privados? El sistema de racionamiento del negocio pacfico de indios en la poca de Rosas, en N. Goldman, y R. Salvatore (comps.), Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema (Buenos Aires: Eudeba, 1998).

88. Sobre la actuacin en la Sala de Representantes de los militares y en general, sobre el personal poltico del perodo, ver P. Gonzlez Bernaldo, Civilit et politique aux origines de la nation argentine. Les sociabilits Buenos Aires, 1829-1862 (Paris: Publications de la Sorbonne, 1999).

89. A. Zinny en Historia de los gobernadores de las provincias argentinas, Provincia de Buenos Aires, 1810-1853, tomo 2 (Buenos Aires: Huemul, 1942), 300, da la cifra de 155 oficiales, pero, se queda corto; en realidad, desde la primera lista del 14/4/1835, hasta la ltima del 23/7/1835, ms de 210 oficiales sern dados de baja y borrados de la lista militar, ver RORA, tomo 2, 343; 34345; 34749. Esta medida haba sido precedida por una ley de la Junta de Representantes que ya haba reformado, pero, sin borrarlos de la lista militar, a ms de 130 oficiales, de coroneles mayores para abajo, RORA, tomo 2, 337338. Esta distancia entre la ley aprobada por la Junta y la decisin del propio Rosas, esconde evidentes diferencias entre ambos poderes.

90. Ver, entre otras, la carta de Rosas a Felipe Arana desde Ro Colorado del 28/8/1833, en E. Celesia, Rosas, cit., tomo 1, 52332; tambin las cartas entre Rosas y Vicente Gonzlez, en ese mismo volumen; ms documentos similares en el tomo 2 de la misma obra (Buenos Aires: Goncourt, 1968) [sic].

91. Carta de Vicente Gonzlez a Juan Manuel de Rosas, Monte, 23 de noviembre de 1833, en E. Celesia, Rosas, cit., tomo 1, 611.

92. Guerras y finanzas, cit., 803 y nos preguntamos: poda haber sido de otro modo?

93. Cf. J. Gelman, Justice, tat et socit. Le rtablissement de l'ordre Buenos Aires aprs l'Indpendance (1810), Etudes Rurales 149, no. 50 (EHESS/LAS, 1999) y J. C. Garavaglia, La justicia rural en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX (estructuras, funciones y poderes locales) en Poder, conflicto y relaciones sociales, cit.

94. Las ms serias son las referidas a 1837, 1838 y 1839 que trae Burgin en Aspectos econmicos, cit., 34142; en esos aos, un 36.4 por ciento del total de las importaciones entradas a Buenos Aires son re-enviadas a las restantes provincias. Existen tambin las incluidas en el panfleto anti correntino de El Lucero de 1832, pero, la mayor parte de los datos cuantitativos de este escrito parecen poco dignos de crdito; de todos modos, segn ese artculo, el porcentaje para los efectos exportados las provincias en el primer semestre de 1832 asciende al 18 por ciento del total; ver una copia en Documentos para la Historia Argentina, vol. 18, Relaciones interprovinciales. La Liga Litoral (1829-33), (Buenos Aires: Facultad de Filosofa y Letras, 1922), 208. No olvidemos tambin que Buenos Aires recibe el metlico de sus relaciones con las provincias del interior.

95. Las diversas posiciones de porteos y provincianos, en Relaciones interprovinciales. La Liga Litoral (1829-33), cit. Acerca de los fundamentos del punto de vista correntino, cf. M. Burgin, Aspectos econmicos, cit., y J. C. Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: orgenes de la Nacin Argentina (1800-1846) (Buenos Aires: Biblioteca del Pensamiento Argentino, Ariel Historia, 1997), 23146.